jueves, 14 de febrero de 2008

    El Aprendizaje Basado en la Experiencia

    Es una realidad que en nuestra sociedad es necesario adquirir en poco tiempo ciertas competencias acordes a la alta exigencia competitiva de las empresas y las condiciones cambiantes del contexto en el cual se desenvuelven. Por ello, promover habilidades relacionadas con la resolución de problemas, el aprendizaje autónomo y la capacidad para tomar decisiones, autodirigir sus acciones y analizar su impacto, toman un alto valor.
    Para el logro de estas competencias, las teorías pedagógicas concuerdan en que el aprendizaje experiencial es una herramienta muy útil, especialmente en la formación en el trabajo, es donde es importante adquirir conocimiento con eficacia y en corto tiempo.

    El aprendizaje basado en la experiencia, experiencias, fáctico, "learning by doing" o "hands-on learning" está enmarcado en lo que generalmente llamamos aprendizaje activo. El mismo, supone animar a las personas a descubrir por sí mismas los principios de funcionamiento de los sistemas, procesos, etc. a través de la experimentación y la exploración.

    La virtud de las simulaciones es que permiten superar las limitaciones de la práctica en situaciones reales, especialmente en lo relativo a amplitud y profundidad del aprendizaje y a efecto adverso de los errores.

    Básicamente consiste en un proceso de aprendizaje en el cual las personas (individualmente o en grupo) realizan determinadas acciones y observan los efectos. Luego, los analizan para entender el impacto de sus actos en ese contexto particular y evalúan si en otros escenarios o situaciones se podrían producir los mismos resultados. De esta manera, pueden inferir los principios que produjeron esos resultados y anticipar los efectos de sus acciones futuras.

    Este tipo de formación promueve una construcción del conocimiento profunda y aumenta la comprensión y la eficacia y eficiencia en la puesta en práctica de las competencias aprendidas.

    Ello se vincula con el aumento de la motivación y la mejora en el uso de las estrategias de aprendizaje, ya que la persona se siente más involucrada en la elaboración del conocimiento.

    Además, la evidencia indica que el aprendizaje experiencial incrementa las expectativas de logro y la confianza en las propias habilidades, ayuda a integrar conocimientos entre sí y con experiencias y conocimientos anteriores, y promueve la adquisición de mayor cantidad de conocimiento, más profundamente y a más largo plazo.

    Ausubel y Bruner, entre otros autores, propusieron que el aprendizaje más adecuado no es aquel donde lo que debe ser aprendido se presenta en su forma final, sino aquel en que debe ser descubierto por el que aprende, quien ocupa un rol más activo que en los enfoques tradicionales.

    De hecho, Bruner propone que el aprendizaje es un proceso activo donde la actividad de procesamiento de la información implica que el que aprende debe construir y reorganizar el conocimiento en su estructura cognitiva por medio de los diferentes niveles de representación. Esto significa que aprende cuando transforma la información según las reglas con las que se representa su propia experiencia. De allí la importancia del aprendizaje experiencial.

    ¿Cómo se lleva a la práctica el aprendizaje experiencial?

    A grandes rasgos, existen dos vías: la práctica de campo en situaciones reales o la práctica en situaciones simuladas.

    La práctica en situaciones reales tiene la ventaja de dotar de total realismo al aprendizaje.

    Sin embargo, al planificar una actividad de este tipo nos encontramos con ciertas limitaciones. Por una parte, los errores cometidos por el que aprende pueden afectar adversamente (en cuanto a calidad de producto, productividad, costos, etc.) al proceso en el cual actúa. Por otra, el aprendizaje se restringe a las situaciones admitidas en el proceso real, y por ello el conocimiento adquirido queda limitado. Además, la cantidad de situaciones que se pueden experimentar es pequeña, pues una vez realizada determinada acción es muy difícil, o imposible, retornar el sistema al estado anterior para experimentar con acciones diferentes.

    La evidencia indica que el aprendizaje experiencial incrementa las expectativas de logro y la confianza en las propias habilidades, ayuda a integrar conocimientos entre sí y con experiencias y conocimientos anteriores, y promueve la adquisición de mayor cantidad de conocimiento, más profundamente y a más largo plazo.

    Las simulaciones permiten aprender a través del descubrimiento personal y la exploración en un medio artificial similar a la realidad.

    De esta forma, se pueden desarrollar y evaluar aquellos tipos de competencias que son mejor aprendidas a través de la experimentación o de la puesta en práctica, como por ejemplo habilidades técnicas, interpersonales y de trabajo en equipo, de gestión de sistemas complejos (empresariales, económicos, industriales, logísticos, ecológicos, sociales, etc.), para afrontar situaciones impredecibles, etc.

    Pero también pueden tener desventajas. Por una parte, se trabaja en situaciones imaginarias, y se requiere un diseño muy cuidadoso para dotarlas del mayor realismo posible. Por otra, el desarrollo de los recursos necesarios para algunos tipos de simulaciones puede ser complejo y costoso.

    Hay varios tipos de simulaciones aplicables al aprendizaje experiencial. Entre ellas, las sistémicas han demostrado ser muy eficaces, porque permiten:

    Actuar del mismo modo que en la realidad.
    Vincular más fácilmente otras experiencias con el nuevo conocimiento.
    Elaborar núcleos complejos de conocimiento con mayor facilidad, profundidad y retención.
    Dar lugar a diferentes estilos de aprendizaje.
    Cometer errores sin provocar daños y aprender a evitarlos y manejar sus consecuencias.
    Conocer las variables que influyen en el funcionamiento del sistema simulado y sus interrelaciones.

    Además, el uso de la computadora en las simulaciones sistémicas posibilita:

    Efectuar en forma fácil y rápida procesos que en la realidad pueden ser muy complejos.
    Presentar los resultados de diversas formas: textos, imágenes, sonido, vídeo, etc.
    Obtener los resultados rápidamente, lo cual facilita la percepción de las relaciones causa-efecto.
    Ensayar en poco tiempo una amplia variedad de situaciones.

    Facilitar el trabajo en equipo y la construcción de comunidades de aprendizaje, pues un entorno adecuado permite mantener una comunicación muy activa con los compañeros sin limitaciones de tiempo o lugar.

    Tener fácilmente al alcance una amplia variedad de fuentes de información, en diferentes formatos.
    Contar con soporte y asesoría durante la simulación sin interferir con ella.
    Observar el funcionamiento del sistema paso a paso, para comprender mejor su funcionamiento.

    En conclusión el aprendizaje basado en la experiencia es muy valioso porque permite:

    Vincular el objeto de aprendizaje con la realidad y la experiencia previa, lo cual aumenta su significatividad y retención.
    Trabajar en situaciones de intensa cooperación o colaboración.
    Adquirir habilidades de resolución de problemas, pensamiento lateral y trabajo en equipo.
    Dar un enfoque integrador a los conocimientos a incorporar.


    La virtud de las simulaciones es que permiten superar las limitaciones de la práctica en situaciones reales, especialmente en lo relativo a amplitud y profundidad del aprendizaje y a efecto adverso de los errores.

    Por lo tanto, el aprendizaje experiencial y las simulaciones son herramientas muy útiles para abordar situaciones de aprendizaje en las cuales necesitamos la formación de personas con habilidades y competencias sumamente necesarias en la realidad.

    En próximos artículos veremos qué tipos de simulaciones existen, cómo organizar el desarrollo de una simulación y cómo construir un simulador.

    lunes, 4 de febrero de 2008

    Estímulo equivocado

    Los demócratas de la Cámara de Representantes y la Casa Blanca llegaron a un acuerdo para un plan de estímulo económico. Desafortunadamente, el plan —conformado esencialmente por nada más que recortes fiscales concedidos en su mayor parte a gente en buena situación financiera— parece estar destinado al fracaso.

    Específicamente, los demócratas aparentemente cedieron ante la rigidez ideológica de la administración Bush y renunciaron a sus demandas de incluir medidas que habrían ayudado a los que más lo necesitan. Y resulta que ésas eran las medidas que podrían haber logrado que el plan de estímulos fuera efectivo.

    Son palabras duras, así que permítame explicar qué está sucediendo.

    Aparte de los incentivos fiscales a las empresas —una historia triste que dejaré para otra columna—, el plan otorga 300 dólares a cada trabajador con salario menor a 75 mil dólares, además de dinero adicional a gente que gana lo suficiente como para pagar sumas importantes de impuestos al ingreso. Esto garantizaría que gran parte del dinero se destine a gente en buena situación financiera, lo cual pierde de vista totalmente el tema fundamental.

    El objetivo de un plan de estímulos debe ser apoyar el gasto general, con el fin de evitar una recesión o limitar su profundidad. Si el dinero que el gobierno entrega no se gasta —si simplemente engrosa las cuentas bancarias de la gente o se usa para liquidar deudas—, el plan habrá fracasado.

    Y enviar cheques a gente que tiene una buena posición económica hace poco o nada para incrementar el gasto total. La gente que tiene buenos ingresos, buen crédito y un empleo seguro, toma sus decisiones de gasto con base en su poder adquisitivo a largo plazo, más que en el monto de su último sueldo. Entregue a esa gente unos cientos de dólares extras y simplemente los pondrá en el banco.

    De hecho, eso parece ser lo que sucedió principalmente con los recortes fiscales que los estadounidenses ricos recibieron durante la última recesión, en 2001.

    Por otro lado, el dinero que se entrega a gente que no está bien económicamente -que sufre escasez de efectivo y vive al día- cumple una doble función: alivia las privaciones y aumenta el gasto de consumo.

    Por eso es que muchas de las propuestas de estímulo que escuchamos hasta hace apenas unos días se enfocaban, en primer lugar, en expandir programas que ayudan específicamente a gente que está atravesando por un mal momento, centrándose en especial en el seguro de desempleo y los cupones de comida. Y éstas fueron las propuestas de estímulo económico que recibieron las mejores calificaciones en un análisis reciente de la Oficina de Presupuesto del Congreso, una entidad no partidista.

    También se habló entre los demócratas sobre la posibilidad de otorgar ayuda temporal a los gobiernos locales y estatales, cuyas finanzas están siendo gravemente afectadas por la debilidad de la economía. Al igual que la ayuda para los desempleados, esto también habría cumplido dos funciones: aliviar privaciones y evitar recortes al gasto que podrían empeorar los problemas de la economía.

    Pero al parecer la administración Bush tuvo éxito en su afán de aniquilar todas estas ideas, promoviendo en cambio un plan que proporciona dinero principalmente a quienes tienen menos probabilidades de gastarlo.

    ¿Por qué querría la administración hacer esto? No tiene nada que ver con un propósito de alentar la eficiencia económica, pues ninguna teoría económica o evidencia que yo conozca establece que las familias de clase alta y media tienen más probabilidades que los pobres o desempleados de gastar el dinero que se les devuelve. En vez de eso, lo que parece estar sucediendo es que la administración Bush se niega a respaldar cualquier cosa a la que no pueda llamarle “recorte fiscal”.

    A su vez, ese rechazo es motivado por el compromiso de la administración de reducir los impuestos a los ricos y bloquear la ayuda a familias en problemas, compromiso que requiere mantener la premisa de que el gasto gubernamental siempre es algo malo. El resultado es un plan que no sólo es incapaz de ofrecer ayuda a quien más la necesita, sino que probablemente fracasará como medida de estímulo económico.

    Unas palabras de Franklin Delano Roosevelt me vienen a la mente: ´´siempre hemos sabido que el egoísmo descarado es malo desde el punto de vista moral; ahora sabemos que también es malo para la economía”.

    Y lo peor de esto es que los demócratas, que deberían haber tenido una posición fuerte —¿acaso a la administración le queda algo de credibilidad en política económica?—, al parecer han cedido casi por completo.

    Sí, arrancaron algunas concesiones, incrementando la devolución fiscal para gente de bajos ingresos y reduciéndola para los ricos. Pero básicamente se dejaron intimidar para hacer las cosas como las quería la administración Bush.

    Y eso a la postre podría ser algo muy malo.

    No sabemos con seguridad qué tan profunda será la próxima depresión económica, o incluso si cumplirá con la definición técnica de “recesión”. Pero existe la posibilidad real no sólo de que sea un declive pronunciado, sino de que la respuesta usual a una recesión -recortes en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal- no será suficiente para corregir el rumbo de la economía.

    (Para más información sobre esto, visite mi blog: krugman.blogs.nytimes.com).
    Y si eso sucede, lamentaremos profundamente el hecho de que la administración haya insistido, y que los demócratas hayan aceptado, un supuesto plan de estímulo que sencillamente no hará el trabajo.


    Columnas anteriores

    Resurgimiento de Europa 2008-01-16

    Enfrentando al dragón chino 2008-01-10

    Cuando se acabe el dinero 2007-12-19

    Republicanos y racismo 2007-11-29

    Tratado como tonto 2007-11-21

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